Gracias le doy a mi destino, pequeñita mía,
de conocer tu eterna y solitaria sed dormida.

De tocar y besar tu cintura como sí fuera el camino
para recuperar en mi mente ese tiempo ya perdido.

De sentir en mi pecho el roce de tus montañitas
como pequeños carruajes que al placer invitan.

De recorrer tu cuerpo que aún parece niña,
y llevar a mi boca tu boca cual bebida fina.

Hemilse

Te quiero mucho...