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EL COROTÚ LLORON
En el grande y bellísimo llano de la Mitra en las proximidades de la Chorrera, creció robusto y frondoso, un árbol de corotú. Y allí, muy cerca vivía también un campesino padre de una muchacha bellísima de nombre Isabel.
La joven era pretendida por los mozos de todos los contornos pues su belleza era extraordinaria, más el padre, rígido y severo, jamás aceptó un requiebro para su hija, ni aceptó tampoco a ninguno de los hombres que aspiraban a su amor. Con esto Isabel se desconsolaba. Era joven y admiraba y quería gozar de su juventud y su hermosura.
Conocedor de los gustos de su hija, el campesino quiso prevenir males futuros. Enceró a la joven y no le permitió asomarse ni a la puerta de la casa. Pero como propone el hombre el diablo lo descompone, a pesar de todos los encerramientos, Isabel conoció a un hombre de quien se enamoró perdidamente. La vigilancia de su padre fue burlada, y un día llegó en que Isabel no pudo ocultar las consecuencias de escondidos amoríos.
Indignado el padre, cogió a su hija, y sin hacer caso de sus lamentaciones y sus súplicas, la ató desnuda al tronco del corotú. Enseguida, con un látigo de cuero, la maltrató sin descanso hasta convertirla en una masa sangrienta.
Allí a los pies del árbol quedó Isabel falta de aliento y vida y sin cristiana sepultura, hasta que el sol y el aire deshicieron su cuerpo antaño hermoso y gentil.
Desde entonces, a ciertas horas de la noche, sale del tronco de corotú, el lloro triste de una criatura. Son los sollozas de aquel niño que Isabel llevaba en su seno y que desde las profundidades del limbo en donde vaga su alma, se lamenta por no pode jamás subir hasta el cielo.